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La luz no se extingue: Historia del primer Externado 1886-1895, de Juan Camilo Rodríguez Gómez. Editorial U. Externado de Colombia, edición 2018 en español

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  • ISBN: 09789587728828.
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Características principales

Título del libro
La luz no se extingue: Historia del primer Externado 1886-1895
Autor
Juan Camilo Rodríguez Gómez
Idioma
Español
Editorial del libro
U. Externado de Colombia
Edición del libro
2018

Otras características

ISBN
09789587728828

Descripción

La luz no se extingue Historia del primer Externado 18861895

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INFORMACIÓN ADICIONAL

- Editorial: U. Externado de Colombia
- ISBN: 9789587728828
- Autor: Juan Camilo Rodríguez Gómez
- Año de edición: 2018
- Idioma: Español
- Páginas: 363
- Peso: 1600 gr
- Tamaño: 28 x 18.5 cm

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DESCRIPCIÓN:

En un reportaje en el 2003, le preguntaron a Fernando Hinestrosa: "¿Qué deudas tiene con la Universidad?" Respondió: "La historia del Externado". Se le indagó también sobre su visión del futuro de la Universidad Externado de Colombia y señaló: "Fiel a su espíritu de nacimiento y de siempre. Independiente, altiva, libertaria, democrática, solidaria, exigente académicamente, éticamente intransigente. Formadora de ciudadanos plenos, autónomos, con fe en una patria civilizada e igualitaria. Prestante, respetada dentro y fuera del país, a la vanguardia en la calidad, en la innovación, en el descubrimiento y el estímulo de vocaciones de docentes e investigadores, en la percepción de las necesidades del país en materia de formación profesional y el hallazgo de respuestas acertadas". En tales palabras palpita la esencia del Externado, su solidez y su porvenir, fundados en el propósito inicial que se recoge en su historia y se renueva con la fidelidad al origen. Esto es más cierto aún si se considera que los desafíos a los que se enfrentó el Externado en su fundación y a lo largo de sus primeros años no han sido superados por la sociedad en el siglo XXI. El espíritu reaccionario acecha y las conquistas de la humanidad, en ámbitos como las libertades públicas, la ciencia y el conocimiento, se desvanecen y de nuevo es deber luchar por ellas. Es el reto de mantenerlas, vivificarlas, fortalecerlas, para darles perdurabilidad. Se trata de no claudicar frente al compromiso que adquirió Nicolás Pinzón Warlosten en 1886 al asumir, como bien lo señaló uno de sus alumnos, "la responsabilidad universitaria de la democracia". Lo hizo con ahínco, sin arredrarse, sin pedir permiso, con el respaldo de un temple inquebrantable, forjado en la razón y la educación, como el que cristalizó en el primer Externado, cuando para todo se debían hacer venias y genuflexiones a los poderes eclesiástico y civil ante los que no se inclinó.

Los primeros nueve años del Externado fijaron una impronta, una tradición, unos ideales, que constituyen la luz que no se extingue, Lux non occidat, como se plasmó en el escudo de los "hijos mayores", aquellos graduados que obtenían el carácter aportado no solo por el título, sino a través del paso por sus salones de clase en los que se formaron como librepensadores, individuos autónomos, garantes del esfuerzo propio pero solidario, respetuosos de las diferencias. Nació, además, el Externado en medio de las tinieblas pero con la confianza en superarlas: Post tenebras spero lucem, voz latina que se adoptó en el escudo de sus "hijos menores", quienes ingresaban a la casa de estudios para ver la luz del conocimiento y por esa vía ayudar a disipar el oscurantismo en el que había caído el país.

La quijotada de Pinzón Warlosten es real: ¿Cómo fundar un establecimiento de educación, un "instituto libre" como se lo caracterizó, en momentos en los que todas las adversidades contrariaban ese tipo de iniciativas? ¿Por qué se la jugó por un plantel de educación en el que "los principios fundamentales, el criterio científico y las aplicaciones prácticas" constituían sus atributos?, y esto en tiempos en los que la educación en el país retornaba a la tomística, a la ley natural, a la fe derivada del dogma católico, por supuesto, en claro entronque con la política del conservatismo. ¿Por qué y cómo defender las ideas liberales en momentos en los que con violencia se las proscribía? Precisamente tal fue la opción del fundador y de los liberales radicales que se sumaron a su proyecto, profesores y estudiantes así como familias que confiaban en el Externado, desalentados por el fanatismo político que guerra tras guerra acrecentaba el estéril derramamiento de sangre. La elección del civilismo, de la laicidad, de la educación moderna, fue la alternativa planteada por estos radicales derrotados en las guerras anteriores y excluidos ahora de la participación política. En los salones de clase, y en la conciencia formada en sus educandos, se construía entonces un nuevo sendero para mantener encendida la luz ilustrada que pudiera sacar al país de la umbrosa estructura que lo constituyó a partir de 1886.

No deja de ser una paradoja, en cierta forma explicable, que en la historia de la educación colombiana la mención al Externado se limite a unas pocas palabras. En la historia política, social o cultural, se le asigna menor espacio. Tal ausencia de reconocimiento se debió, de una parte, al prolongado velo conservador que nutrió tales perspectivas.

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